El local se organiza en dos plantas. "En la baja, una primera sala, con sus paredes revestidas con una zocalada de azulejo mozárabe, el resto de las mismas en blanco y decoradas con cuadros de cerámica representando escenas costumbristas de la huerta valenciana, de la Albufera, de la corte tomando chocolate, e incluso algunas, como las de la barra de servicio, con escenas litúrgicas. En el pavimento, un damero en blanco y negro, y en el techo, bandejas cambiando de altura, rematadas con molduras de escayola, que guardan la iluminación indirecta del local.
El mobiliario, explica Ortuño, es uniforme. "Las mesas, con pies de hierro forjado en blanco y sobres de mármol de macael con el nombre de Santa Catalina grabado en la piedra y desgastado por el uso; las sillas, recordándonos el estilo de las creaciones de Thonet, en madera oscura, al igual que la balaustrada que hace de barandilla de la escalera que nos sube a la primera planta, donde podremos encontrar una segunda sala con idéntica configuración".
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