"El local, como sus muebles, se nos muestra sobrio, elegante, y simple a nivel de líneas, pero con toda la carga emocional de quien sabe hablar de diseño. Su fachada, respetuosa con la arquitectura, es clara y honesta, y deja ver su interior. Una vez dentro, el espacio se nos ofrece diáfano, respetando toda la altura del local y utilizando únicamente, como separador de su escaparate, un visillo blanco. El mobiliario se expone en un desorden muy calculado, en ambientes sin aglomeraciones, donde las piezas respiran y se exhiben con la dignidad que requiere el trabajo de diseño y la elaboración que hay detrás de ellas. Los techos y las paredes, pintados de blanco, roto en sus escaparates por la propia piedra de la construcción y en algún punto más por alguna superficie pintada de color, pero con la única función de producir contraste. La iluminación, puramente técnica y apoyada por lámparas que forman parte y se integran en los ambientes. En esta planta y completando su espacio, encontraremos dos escaleras también de estructura metálica y madera, que nos dan acceso, en el sótano, a su outlet, y en su primera planta, a un espacio dedicado únicamente al mueble de oficina, donde podremos encontrar la misma constante que en su planta principal".
"Martínez Medina ha sido y es, sin duda, un referente para cualquier amante del diseño", concluye Ortuño.
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